Desde las temporadas más remotas, el teatro fué manifestación de la vida de las sociedades humanas.
Englobando desde las danzas semidramáticas de los indígenas australianos hasta los coches sacramentales de Calderón, desde el teatro clásico heleno hasta las comedias de George Bernard Shaw, el drama estuvo destinado a inquietar, seducir, conmover, realizar reír o llorar, pero siempre y en todo momento como reflejo de las aspiraciones humanas, de sus conceptos religiosos, de su sentido estético, de sus condiciones sociales, económicas y políticas.
En esta obra se explora un género casi irreconocible hasta la actualidad: el drama de la evangelización en lengua náhuatl que floreció en México en la temporada novohispana.