Aún en Britania (como en Las garras del Águila), Quinto Licinio Pruebo ve la alegría de su ascenso a centurión empañada por una misión prácticamente imposible: transformar a una tribu de bárbaros, los Lobos, en una unidad al servicio del ejército romano que deberá cubrirle las espaldas en su avance por el interior del país.
Los ineficaces intentos por dotarlos de especialidad, pese a la asistencia de Macro, van a dar pie a divertidas escenas, pero hay poco tiempo para las bromas en el momento en que una turbamulta de salvajes se dispone a atacarles.